¿La bolsa o la vida?

 ¿Dígame usted cuantas veces no ha reclamado en alguna tienda de comercio una bolsita de plástico para transportar sus compras?

Incluso la prensa se ha hecho eco de esos reclamos citadinos cuando aquí o allá falta ese artículo que consideramos esencial. No por gusto nos inventamos el chiste de que el ser humano se divide en cabeza, tronco, extremidades y bolsa de nylon. De todas formas, y sin ir a los extremos, una bolsita en el bolsillo o la cartera nos vienen de maravillas y nos  resuelve llevar a casa en el momento menos pensado desde una libra de chícharos hasta un poco de salsa de tomate.

Pero este tema de que le hablo es un asunto serio. Muy serio por cierto. Como si ya no tuviéramos bastante con las amenazas del cambio climático y la crisis económica mundial, ahora resulta que las prácticas e inofensivas bolsas de nylon que nos “regalan” y acumulamos por los rincones de nuestras cocinas se han convertido en un real problema ecológico. Ya se sabe que conforme transcurra el tiempo se convertirán en una severa crisis ambiental en todo el planeta, si no se toman medidas urgentes a nivel mundial, al menos, así dicen especialistas muchas veces citados por las agencias de prensa.

Este es un caso interesante y que bien merece nuestra atención porque en estos momentos puede que se este decidiendo la suerte de las bolsitas de nylon.

Según datos de la industria internacional, para fabricar las bolsas plásticas se necesita de un precioso recurso natural no renovable, el petróleo, que además de ser un combustible fósil que genera contaminación se está acabando, e incluso no pocas guerra se dan por el control de ese producto, que a pesar de todo lo malgastamos fabricando bolsas de plástico.

Cada año en el mundo se producen aproximadamente entre 500 billones y un trillón de bolsas que se regalan en las tiendas, supermercados y establecimientos comerciales y que se convertirán en basura a los pocos minutos de su uso, ya que nos hemos vuelto dependientes de esta forma de cargar nuestras compras.

Sin embargo, ¿a quién le importa el destino de las bolsas plásticas?. A pocos, sobre todo cuando existe una especie de  subcultura ambiental donde nadie se detiene a pensar en el daño que indirectamente le causa al medio ambiente. Reflexiones; cada vez que usted  llega a su casa con esa clase de recipiente plástico lo destina temporalmente para guardar o envolver algún objeto, pero a la larga va a dar al depósito de la basura, si no es que se las bota en la calle, donde deberán esperar quinientos años o más para desaparecer, mientras que en medio de su proceso de descomposición contaminan el suelo no sólo visualmente sino también químicamente.

Aseguran naturalistas y biólogos de todo el mundo que cada año mueren alrededor de  100.000 animales marinos, incluyendo aves costeras que han confundido las bolsas con alimentos y las han comido estas basuras que llenan mares y océanos. En lo actual, y usted lo ha visto en sus vacaciones playeras,  más del 40% de la basura recogida en la arena son bolsas plásticas junto con envases de licor, refrescos, cervezas y otras latas; es decir que además de provocar la muerte a muchas especies, se han convertido en basura que contamina el paisaje y se acumula en playas de todo el mundo, gracias a las personas que las botan sin ninguna consideración ni cuidado.

La prensa esta ahora informando que China ahorrará 37 millones de barriles de petróleo cada año gracias a la prohibición de bolsas plásticas gratuitas. No es el único caso, algunos países toman medidas drásticas contra el uso de las bolsas de plástico decidiendo que si alguien quiere su bolsa en la bodega, que le cueste su dinero. Medida drástica y efectiva aunque no ataca las raíces del problema, pero que ha resultado en una reducción mundial apreciable en el uso de productos de plástico.

Precisamente, y a causa de esas medidas, muchos países de Europa y Asia han comenzado a popularizar el uso de bolsas de tela, o sea, que nuestras entrañables y maltratadas jabas vuelven a ponerse de moda. Hay incluso matemáticos que sacan sus cuentas. Atiendan. Si usamos una bolsa de tela, podemos ahorrar, dicen ellos, 3 bolsas por semana, 12 bolsas al mes, 144  bolsas al año, 11 088 bolsas durante una vida promedio. Si solo 1 de cada 5 personas en nuestro país hiciera esto, ahorraríamos 665 280 000 000  bolsas durante nuestras vidas.

En todos esos países y ciudades las medidas han tenido efectos positivos. No hay reportes que señalen daños graves al comercio, a la industria o a la economía doméstica por culpa de la implantación de tasas que desalienten el uso abusivo de bolsitas plásticas.    

Por supuesto que muchas industrias productoras de este artículo le han declarado la guerra a los naturalistas. Y aunque esa batalla contra las bolsitas de plástico no es nueva, muchos países la han librado con éxito. Irlanda es un caso paradigmático: desde el año 2000, en que se comenzaron a tomar medidas drásticas al respecto, se ha reducido el consumo de esas bolsas en casi un 95 por ciento. Bolsas de tela u otros adminículos como nuestra jabas, son parte de la vida cotidiana en Dublín y otras ciudades y pueblos. En Holanda, en cualquier supermercado, las bolsas de plástico deben comprarse aparte, y no son baratas. Italia, Suecia, Dinamarca, Alemania e Islandia, también han optado por la "tasa ecológica" que grava el uso de esas bolsas.

No basta sin embargo con esto sino del otro lado no se aplica y se populariza un programa educativo encaminado al cuidado de nuestro medio ambiente y del daño que estamos haciendo. Si tomamos estas pequeñas medidas a nuestro alcance, que no suponen un gran esfuerzo, podemos evitar entre todos un enorme daño a nuestro planeta y a quienes vivimos en ella.

Ese es el punto en este momento, ¿La bolsa, o la vida?

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