Son tantas las quejas que llegan a nuestra redacción y las que transitan en la irritante y salpimentosa opinión publica con el ya clásico tema de los coleros (no de las colas) que se admira uno de la proliferación e impunidad conque operan estos oportunistas en desarrollo y sin control, como el marabú.
Tal vez una solución para identificarles pudiera estar, digo yo, en crearles un sindicato, con carnet adjunto que con derecho al portador les permitiera, sin tánganas cotidianas ni berrinches por parte de la ciudadanía, ejercer en paz su profesión amparados por un documento que bien podría emitir el propio organismo incapaz que hasta hoy se supone debía enfrentar a los coleros.
Debemos de reconocer que las colas, tal como las sufrimos, vienen a ser algo así como el subproducto de artificios muchos de los cuales nada tienen que ver con el el manoseado sambenito del bloqueo, conversao al que apelan estos y aquellos cuando no hallan justificaciones creíbles sobre ineficiencia e incapacidad productiva. Las colas, que en primera posición es el resultado de la demanda sobre la oferta, es un fenómeno lógico de procesos laborales o mercantiles disminuidos, pero que no siempre es sinónimo de carestía, por ejemplo, ,las que se organizan a las puertas de un cine ante una buena película o en espera de de un turno médico.
La figura del colero endémico, aficionado o profesional, no solo hace daño a la tranquilidad ciudadana, sino que genera dos manifestaciones mas controvertidas y difíciles de atajar; el acaparamiento y la inflación. La ecuación - cadena de este proceso especulativo es simple; Baja oferta + alta demanda = coleo, ( Coleo X colero = acaparamiento) por lo que se deduce que; (colero + acaparamiento = inflación X lo que inflación es = fel alarmante disparo de precios que hoy padecemos.
Reconocidas las colas como un ente del patrimonio criollo y enunciadas sus causas, queda como moscón oportunista este negociante de la necesidad ajena e infiltrado por arte del virli-birloque lo mismo en una farmacia que en una panadería. Tengamos en cuenta, que estos coleros nuestros de cada día se han el hecho peritos en mañas para, por ejemplo, hacerse invisibles ante algún inspector ocasional, mantener y extender ventajosas relaciones publicas de mostradores para afuera y mostradores para adentro, establecer (gracias a la telefonía móvil), una adecuada red de corresponsales en cualquier punto .del país y tierras adyacentes, esto sin entrar a involucrar la red de .recontra revendedores (dígase recontra coleros) que al final de cuenta constituyen una especie de sub empleado del colero mayor .o sea, del padrino de la cofradía, lo que le da oportunidad de marcar cola en tres o cuatro lugares a la vez.
El cubano de a pie como no está de espaldas a la calle, conoce y mucho mas de estos manejos espurios denunciados hasta el cansancio y reconocido públicamente por diferentes fuentes estatales pero sin conclusión ninguna, quedando el emplazamiento en no pocos casos a la responsabilidad del enfrentamiento de la población, ligera sugerencia utilizada cuando queremos echar la culpa a otros, pues en modo alguno es la población quien debe salir a combatir sino los designados por ley para ello.
Son precisamente estas debilidades y majomías. Esta falta de presencia, autoridad y seriedad en la acción lo que irrespeta el respeto a la Ley. Y mire como al cabo de la historia estas faltas de cotidiana actuación, omnipresentes vaya usted a saber porque intercompromisos o trasfondo burocrático, ha dado patente de corso a la escalada de precios que con desbocada libertad se disparan cada día.
Ahora el caso no es buscar culpables de la situación en que vivimos. El berenjenal que hoy se cosecha no fue sembrado ayer sino desde hace mucho Nada resolveremos rastreando causas que todos conocemos. Lo necesario ahora es enfrentar y resolver la situación y por supuesto, mantenernos de pie y decidir ya de una vez, sin temor ni compromisos, ” cambiar todo lo que tiene que ser cambiado¨”