Sin lugar a
dudas el ajo es uno de los alimentos con más propiedades medicinales
que existen e incluso las evidencias lo vuelven un peso pesado en la
lucha contra el cáncer, sea en la prevención o, en el marco de una
estrategia integral, el tratamiento del mismo.
Algunas
investigaciones han determinado que menos de un diente de ajo al día
reduce el riesgo de cáncer de próstata en un 50%, y disminuye
significativamente el riesgo de contraer cáncer de estómago, cáncer
de esófago, cáncer de mama, y cáncer de colon.
También se
ha verificado que cuanto mayor es la cantidad de ajo crudo o cocido
consumido menor es el riesgo de cáncer de estómago o colorectal. En
el estudio prospectivo europeo sobre cáncer y nutrición (EPIC), una
investigación que involucra a hombres y mujeres de 10 países
diferentes, vinculó un mayor consumo de la cebolla y el ajo se
asociaron con un menor riesgo de cáncer intestinal.
Un estudio
francés verificó que el aumento de consumo de ajo, cebolla y
fibras, iba hermanado a una reducción estadísticamente
significativa en el riesgo de cáncer de mama.
Algo muy
importante a tener en cuenta es que la capacidad del ajo para
combatir el cáncer depende de la forma en que este se prepara. En la
cocina, la mejor manera de mantener las propiedades anticancerígenas
del ajo es picarlo o triturarlo, y luego dejarlo reposar durante al
menos 10-15 minutos antes de ser consumido en crudo o cocido.
Al romper
el ajo se liberan compuestos de sulfuro de alilo que luchan contra
las enfermedades y si lo calentamos inmediatamente después de
cortarlo se inactiva una de las enzimas más cruciales para que este
benéfico proceso ocurra; en razón de ello, tradicionalmente se han
recomendado variedades de ajo añejado o macerado. Incluso, si
cocinamos el ajo a un fuego suave incluso hasta 10 minutos después
de picarlo, estos benefciosos compuestos no se destruirán.
Pablo de la
Iglesia
Naturópata
Naturópata
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