Pequeña crónica de la nochebuena distinta. Pequeña crónica de la nochebuena distinta.



Este año el 24 de diciembre aun nos sorprendió acampados junto a la entrada de la vereda que por las inmediaciones del paso de La Tinaja sube y flanquea la Sierra de Cubitas al otro lado del río Jigüey. Ese es un desfiladero ya abandonado con un sendero que trepa a cabrahígos internándose en el monte apretado hasta que perdidas sus huellas la marcha queda en manos de la intuición.
Antes del 24, pues, nuestro grupo se abrió un trillo para alcanzar la cueva de la Gran Caverna, y mientras una parte del equipo comenzó a levantar mapas, el resto se interno galerías adentro tras las huellas de animales que vivieron en este lugar y que de alguna forma sin dejarnos una explicación convincente desaparecieron de la faz Tierra hace miles de años 
 
Pero encontrar este lugar resultó otra aventura que nos llevó semanas, pues fue necesario realizar reconocimientos preliminares en la región para localizar primero la cueva y después hallar un área accesible donde levantar nuestra base de operaciones. Esta segunda parte se logró con la ayuda de algunos vecinos de Las Veguitas, pobladito a casi dos kilómetros de nuestra base, quienes con un destartalado pero luchador tractor conducido por Primitivo Ruíz, nos cruzaron al otro lado del río pedregoso casi una tonelada de carga, incluyendo grupo electrógeno y equipos de radio comunicación, colocándolo todo el punto seleccionado para el campamento.

Sin embargo, lo ocurrido en la noche del 24 de diciembre en nuestra base resultó el tema de esta crónica y no la aventura subterránea en la Gran Caverna, relato ese ya de por sí atractivo y que mucho me gustaría narrarles luego.
A los pocos días de estar nosotros acampados en este lugar y convencido de que aun estaríamos en el monte en fecha tan significativa como en aquella noche buena, “el niño de La Veguita”, como se conoce a Primitivo en la región, subió hasta el campamento para conocer si en la noche del 24 podría visitarnos con su familia. Familia numerosa por cierto y compuesta por tres hijos, sus esposas, los hijos de los hijos y otros varios amigos, incluyendo a la maestra de la escuela y el delegado de la circunscripción.
Ahora les digo que Las Veguitas es una remota comunidad levantada en el faldeo sur de la Sierra de Cubitas al extremo este del municipio Esmeralda. Floreciente en sus días de gloria, hoy reúne apenas un puñado de vecinos, rezago del éxodo hacia otros territorios que sin dudas les coloca al borde de la extinción. 
 Sin embargo, aferrado a aquella brava tierra rojiparda, Primitivo es un convencido cubitero por nacimiento y naturaleza. Campechano, líder natural de aquella comunidad, piloto absoluto del soloúnico tractor de la zona, nos resultó ser también compañero inseparable de un arqueológico tres, instrumento musical siempre dispuesto a soltar las cuerdas.
Aceptada la oferta de la visita, nuestros “cocineros estrellas” se esmeraron para la comida de esa noche, mientras el resto del grupo ventilaba las tiendas de campaña y bajo el toldo donde de común trabajamos y comemos mejoraron las condiciones de la mesa y de las pocas sillas disponibles. Cuando al atardecer regreso al campamento el grupo que había estado todo el día en el interior de la caverna, ya el “el niño de La Veguita” estaba allí, anunciándose como “el Cándido Fabré de Cubitas”, o sea, que según él la rumbantela iba a ser extensa, así que con una pequeña nieta que había traído consigo sirviéndole de acompañante en las maracas, Primitivo la emprendió con boleros de la época y corridos mexicanos de los que por cierto hace versiones muy particulares.
A la caída de la noche llego a caballo y en una carreta el resto de los visitantes, mujeres y niños vestidos de gala como quien se dispone a entrar al mejor de los restaurantes y para los cuales este campamento bien iluminado debió parecer una gran estrella en medio del bosque. Para nosotros, adaptados a las soledades de los distantes campamentos, nuncajamás habíamos experimentado tal fraterno calor humano.
Al cabo, con lo que teníamos en la despensa y lo aportado por los visitantes tuvimos una magnifica cena con una sobremesa de canciones, historias, leyendas, recuerdos y esperanzas de una comunidad cuya tozuda identidad con el medio en que viven es ejemplo para la lucha.
La noche avanzada se metió en agua y las nubes se tragaron la luna aumentando las sombras, por lo que se llegó a la hora de la despedida y por supuesto que “el Cándido Fabre de Cubitas” se quedo con las ganas, sacrificando su entusiasmo ante el largo y nada fácil camino que tenia por delante guiando y transportando a su familia.

Con nuestros focos les acompañamos un trecho hasta que salieron del bosque. Allí fue cuando Primitivo Ruiz me dijo; “Preferimos estar con ustedes y no en nuestras casas porque mientras estén aquí ustedes nunca van a estar solos, y menos en una noche como esta”.
Sin dudas que hemos tenido la mejor noche buena de la historia, le dije. Les damos las gracias.
Los agradecidos somos nosotros y seguro que ninguno de los niños van a olvidar esta noche. Si los que ya somos viejos siempre la vamos a recordar”, Terció Primitivo. Después el traqueteo del tractor y los cascos de los caballos se hundieron en la oscuridad como tragados por la boca de un lobo
Cuando finalmente y varios días después difundimos por correo electrónico esta experiencia acompañado por algunas fotos, la reacción fue sorprendente. De diferentes lugares desde dentro y fuera del país recibimos el saludo de amigos y aun de desconocidos por aquella hermosa experiencia, muchos con el deseo de haber estado junto a nosotros esa noche. Sin embargo, lo más noble e importante de aquellos mensajes fue el reconocimiento extendido a los campesinos de Las Veguitas, Mensajes fraternos por aquel gesto y claro, por ser ellos los verdaderos autores de esta hermosa página de solidaridad humana. 
Fotos; GEGEM

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