Y luego nos preguntamos qué pasa con el clima.



Desde hace ya muchos años, tal vez casi un siglo, el clima comenzó a cambiar. Luego de aquellas heroicas expediciones de principios del siglo XX a los hielos del ártico y con ellos en otros climas y dimensiones, la punta de lanza de científicos y aventureros penetrando en selvas, desiertos y fondos marinos, nos dió a entender que todo sería luego, distinto.
Esa premoción que en alguna forma tuvo la humanidad en todo el tiempo, llegó de la mano de aquellos expedicionarios, quienes, al describir sus visiones cada uno a su forma, nos daban a interpretar cómo se sucedían cambios, no solamente en el paisaje, sino lo peor, en las comunidades de todas las razas y todos los idiomas.
 
Sin embargo, imaginando de por siempre a la Tierra tan amplia, fértil y acogedora, en modo alguno se podía pensar siquiera en cambios dramáticos o el agotamiento de recursos naturales que por milenios sostuvieron el desarrollo de los pueblos.
En rocas de volcanes y abismos está escrito que desde la formación de nuestro planeta, luego de enfriarse el fuego y ser cubierto por siglos de lluvias, a lo largo de las eras geológicas han quedado huellas de al menos seis grandes extinciones de especies, cambios climáticos y transformación del relieve. Desaparecieron océanos y emergieron cadenas de montañas. Hubo ríos donde antes solo se vio la arena de los desiertos .
Esos cambios que nos dejó recuerdos de parque jurásico y espacios en la cueva de Altamira, se sucedieron lentamente. De los invertebrados de era Arqueozóica a los primates de la Cenozóica debieron pasar cientos de miles de millones de años. El colosal Pangea se hundió y se disgregó en otros continentes e islas y mientras la leyenda de la Atlántida pudo ser cierta o no, lo real es que como ella otras civilizaciones tuvieron su fin dando paso a otros pueblos.
Fueron extinciones lentas, graduales, de tal forma que se le daba la oportunidad a las especies de ir acondicionando su presencia a los nuevos tiempos. Nada desaparecía de hoy para mañana. Animales y plantas se adaptaban y quienes no aprovechaban esa oportunidad, desaparecían para dar paso a otras más desarrolladas y acordes a los tiempos. La propia humanidad que enfrentó ese reto, supervivió.
Con el tiempo, el espacio compartido entre los seres de la Tierra comenzó a ser invadida por los humanos. No era ya la necesidad de intervenir y ayudar, sino la de conquistar y depredar.
Cientos de miles de bosques fueron arrasados, quemados, revueltos. La selva fue transformada en páramo desierto a pesar de todo cuanto hizo cada árbol por preservar la vidas de todas las especies del planeta. Las ciudades arrojaron a los ríos desechos que provocaron pandemias en todos los continentes. Se exportaron virus y muchas formas de muerte mientras se taladró la Tierra para extraer metales y combustible. Se levantaron fábricas, con millones de chimeneas arrojando nubes tóxicas al espacio. El mar no la pasó mejor, desde la sangrienta cacería de ballenas a la extinción de peces y con ellos su habitad de reproducción. Las aves fueron cazadas y obligadas a refugiarse en lo más profundo de la floresta hasta que algunas de ellas terminaron por desaparecer. Cada día, apuntan las estadísticas, desaparecen al menos 100 especies animales o vegetales. La misma humanidad está al borde de ese precipicio.
Hay a la vez bombas atómicas, irradiación termo nuclear, guerras, gases venenosos, incendios, exterminio en masa de poblaciones, explosiones submarinas, nuevas enfermedades nunca antes conocidas y en medio de todo eso estás el Clima.
El Clima que representa el seguro de vida sobre la Tierra para todos.
Ahora para comparar tenemos a la mano al Sandy
Tomemos el ejemplo de la formación de los ciclones tropicales. No hace tanto, 200 años tal vez, menos de una millonésima de segundo en la historia de la Tierra, las tormentas tropicales, que desde siempre han existido, tenían sus periodos de formación y traslación. Los dedicados a la meteorología trazaron mapas y trayectorias que eran comunes de una a otra temporada. Hubo época violentas más que otras y aun algunos recordamos historias de temporales extendidos por un par de semanas o más. El desplazamiento de las ondas tropicales estaban previstas y espaciadas. Pienso que fue una suerte la de Cristóbal Colón y sus naves no haber hallado una tormenta de octubre en su camino. De ser tiempos como el que corren las tres carabelas estuvieran en el fondo del Atlántico.
Ahora miren ustedes Sandy, surge en un lugar imprevisto y de momento se convierte en una tormenta tropical, en poco tiempo pasa a ser ciclón categoría uno, cruza el Caribe en una inusual ruta de sur a norte. Ninguna montaña o espacio de tierra lo frena o debilita. Por el contrario, se va hacia Las Bahamas y luego se fusiona, lo nunca visto, con un frente frío. Asombrosamente une las aguas cálidas del sur con los vientos fríos del norte y se transforma en un monstruo que arremete contra la costa este y el centro norte de los EEUU.
Los especialistas no salen de su asombro y cuando se dan cuenta, ya Sandy les ha cruzado por encima con vientos de más de 180 kilómetros por hora arrastrando montañas de agua y olas que empuja tierra adentro. Fue tarde para reaccionar. Como también les fue tarde a las regiones por donde se desplazó.
Y luego de eso, luego de todos aquellos antecedentes, ¿tenemos que preguntarnos qué está pasando con el clima?.

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