Un
día de junio nuestro maestro de cuarto grado trajo y coloco sobre la
mesa del aula una latica donde se levantaba un pequeño y entonces
débil tallo verde.
El
estuvo hablando sobre arboles y bosques, pueblos y patrimonios que la
Naturaleza nos ofrece. Pienso que de no haber sido el buen maestro
que fue hubiera sido un ecologista adelantando a su época. Por eso
nunca olvido ni el tiempo ni el momento aunque yo entonces tenia diez
años y estaba en cuarto grado.
Por
tres o cuatro días nuestro profesor mantuvo la postura de cedro en
un soleado rincón del aula y cada vez nosotros teníamos la cuenta
de regarla. Por fin un día nos dijo; “!Hoy es el Día del Árbol.
vamos a sembrarlo!”.
Nuestra
escuela publica, la número 6, José de la Luz y Caballero, tenia un
agradable jardín umbroso al lado del cual se corrían las aulas del
viejo caserón de tejas y a ratos pisos de ladrillos. Detrás, al
fondo una gran patio donde nos íbamos a mataperrear entre clases.
“Será
aquí, ---nos dijo y cavamos al frente del jardín junto a la
entrada---, Este será un gran árbol que les verá crecer junto a
el. No se olviden”.
Pasaron
los años y fuimos nosotros desgranando vida. Estelita, la dulce
Inés, Jorge, José Luis, Marcelo.... y otros mas desaparecieron de
nuestro rastro. ¿Dónde estarán, en qué calle o en que tumba,
dónde?. Los encuentros se convirtieron apenas en ocasionales. Cada
cual de nosotros tenia lo suyo pero sucedía que cuando repasábamos
pagina allá nos íbamos imaginando el jardín de la escuela y a
conversar de nuestro amigo verde que siempre estaba allí. Se que aun
alguno de nosotros, solo para agitar memorias, se hubiese abrazado al
tronco firme para sentir la caricia de su energía de raíces del
planeta.
Como
un soplo, la ciudad y la gente se transformó. Las añosas aulas
reedificadas pasaron a convertirse en un moderno centro escolar y en
la vorágine de esas obras de excavadoras y cemento otros hombres
con otras luces respetaron el árbol. Después pasaron otros muchos
años mas.
Hace
muy poco el árbol fue talado. Se le acusó,luego de 70 años de vida
como de peligroso e invasor. Pudieron hallarse variantes para
salvarle, pero hoy, ya se sabe, vivimos con las trafagas de hacer lo
mas urgente y no lo mas importante. Lo mas fácil y no lo mas justo.
Así
que nuestro amigo fue talado y cortado en trozos ante la escuela
consternada donde enseñan a nuestros hijos, y a los hijos de
nuestros hijos, que los arboles son nuestros amigos.
Un
día antes, para que quedara como eterno remordimiento en la
conciencia de quienes prefirieron su muerte, saque fotos que guardaré
para la historia.
Ahora
allí donde estuvo el árbol hay mas luz. Los vecinos dejaron de
estar preocupados por aquel supuesto peligro de sus ramas y raíces
que resistieron tormentas y huracanes sin cuento. Todos sabemos que
se ha hecho un gran silencio que nada va a reemplazar. Lo lamento por
ellos que han perdido su fresca sombra y los niños de la escuela el
símbolo de su verde presencia. Se perdió el paso del aire que sus
hojas entregaban al entorno, y se perdió ya para siempre el dulce
gorjear de las aves en sus ramas. En realidad nadie gana cuando un
amigo se va.
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