El 31 de octubre de1932 procedente del
Atlántico llego al mar Caribe el último ciclón de aquella
temporada con una ruta que al oeste le condujo por todo el sur de las
grandes Antillas. Para el día 5 parecía que se internaría en el
Golfo de México pero frente a las costas de Nicaragua la tormenta
recurvó entre las islas de Swan y Jamaica aumentando con ese giro
su intensidad.
El domingo 6 de noviembre mientras el
Observatorio Nacional señalaba que; “La
posición del huracán es cada vez mas peligrosa para Cuba, en
especial desde Camagüey hacia el oeste”,
los partes del Observatorio de Belén, prestigioso observatorio
fundado desde el siglo XIX por la orden religiosa Compañía de
Jesús, comunicaban; “Mañana
se decidirá si el ciclón afectará o no a Cuba”.
Aguaceros persistentes caían sobre la provincia mientras que
optimistas y confiados en los ambiguos partes del estado del tiempo
del Observatorio de Belén, que anunciaba disminuido el peligro para
Cuba y el resto de la isla, en Santa Cruz del Sur dejaron de , como
en el resto de la provincia, prestar atención al Observatorio
Nacional que ese mismo día dijo que;“No
de puede predecir el área de peligro en Cuba pues todo depende de la
futura dirección que tome el huracán”,
Aunque insistía en señalar que podría existir un cierto peligro
desde Camagüey hacia el oeste.El lunes Belén comenzó a comprender que
el huracán golpearía inmediatamente el centro de la isla, por eso
comenzó a llamar urgentemente para dar la alerta a los puertos de
Cienfuegos, Santiago de Cuba y Manzanillo, lugares con los que tenia
comunicación pero no con pueblos costeros de Gibara, Jucaro, Santa
Cruz del Sur, Puerto Padre y Nuevitas, con los que le fue imposible
establecer contacto pues debido a una inoportuna disposición
gubernamental el servicio oficial de telegrafía de los centros de
observación de esos lugares había sido suspendido.
La confianza fatal
Aun insistió, aunque tarde, el
Observatorio de Belén. y por eso a las nueve de la noche del 8 de
noviembre, a menos de doce horas de la tragedia, emitió un urgente
comunicado; “Esta tarde el
ciclón giró sobre la segunda rama noroeste y se encuentra a esta
hora azotando el extremo occidental de Jamaica, es probable que se
deje sentir con mas o menos fuerza esta noche y mañana en la
provincia de Santiago de Cuba y tal vez algo en Camagüey, pero
esperamos que se incline al este nordeste pasando mas de lleno sobre
las montañas de Jamaica quebrando su intensidad y llegando al
extremo este de Cuba con menos fuerza”.
Ese el mismo día 8 el Observatorio
Nacional remitió a todos los puertos que podían ser afectados
avisos de peligro aconsejando precauciones,
Sin embargo en Santa Cruz del Sur, a pesar
del aviso llegado a la Aduana del Puerto, se hizo poco caso de las
reiteradas advertencias, acostumbrados tal vez de ver pasar de largo
por el Caribe otras muchas tormentas tropicales. A quienes se
inquietaban se les enseño un telegrama que decía entre otras cosas
“No puede señalarse con
exactitud la región mas peligrosa para Cuba, pero probablemente
pasara desde La Habana para el este. No hay ningún peligro hoy y
parte de mañana”. Este solo
telegrama puede afirmarse que sello el destino del poblado, pues
contribuyo a dar una ciega confianza que poco después contribuiría
a su funesta consecuencia.
“Valdés Jiménez, nadie responde”
El día 8 amaneció encapotado y llovió
con frecuencia. Por la tarde cuando el jefe de comunicaciones en
Santa Cruz quiso dar el reporte de la situación la llamada llegó
solo hasta Contramaestre pues para esa hora y desde allí en lo
adelante las comunicaciones telegráficas estaba interrumpidas.
Al filo de las dos de la mañana del
miércoles 9, a menos de cuatro horas de la llegada del huracán,
salio el Observatorio Nacional de su largo silencio y remitió aviso
a la ciudad de Camagüey; “Centro
huracán siete pm 15O millas al oeste de Jamaica moviéndose al norte
nordeste. Debe izar a primera hora la señal de posibles vientos
fuertes de temporal. Una sola bandera. Mas peligro para la zona de
Camagüey, pero es posible trayectoria se incline mas al nordeste y
cruce el centro sobre Oriente”.
Los telegrafistas de Camagüey aunque
conocían que las comunicaciones estaban interrumpidas, se dedicaron
a transmitir por humanidad varias veces este mensaje a Santa Cruz.
Rafaél Valdés Jiménez un ágil
periodista de la época nos dejo una dramática memoria;”Soy
traductor de inglés y por años me dedique a monitorear emisoras
extranjeras. A las ocho de la noche del día 8 escuche las llamadas
de un avión norteamericano de reconocimiento, una especie de “caza
hueracanes”, llamados entonces “jinetes de la tempestad”.
Llamaban al el Western Buró de Meteorología de La Florida
informando que se acercaban a la tormenta que estaba frente a punta
Negrin en Jamaica. Reportaban vientos con velocidad de 250 km por
hora, y que iba en dirección al norte franco. Esto fue a las 12.15
de la noche mas no menos. Tome un mapa y vi que en ese rumbo estaba
Santa Cruz del Sur por lo que sobre la una y treinta de la mañana
llame por teléfono y hable con una de las muchachas telefonistas que
estaban en su puesto y le dije mas menos así;!Niña avisen a la
gente que se vayan de allí que el ciclón va para Santa Cruz!.Y
ella me dijo “Valdés Jiménez nadie nos contesta al teléfono en
ninguna parte. Nadie responde. La la cosa anda mal y tengo agua aquí
en la pizarra, en las rodillas”.Le dije bueno, pues sal de allí y
busca un bote, pero váyanse urgente. !Salgan ahora mismo!.... y en
eso se corto la comunicación. Las tres muchachas se ahogaron en sus
puestos”.
Nunca se sabrá cuantos murieron
El huracán con vientos que sobrepasaban
los 250 Km/h enfilo entre el puerto de Santa María y punta
Macurijes, cruzó por el oeste de Santa Cruz del Sur y de la ciudad
de Camagüey y salio al Atlántico por la costa al oeste de la bahía
de Nuevitas, empujando sobre la costa baja del sur de la provincia
olas que alcanzaron, alturas de hasta 30 pies, las cuales
literalmente sepultaron la localidad de Santa Cruz del Sur
Por testigos del desastre se sabe que este
fenómeno no fue un ras de mar como tradicionalmente se afirmó, sino
un proceso gradual que fue intensificándose a medida que el huracán
se acercaba. Entre las 4 y 5 de la madrugada del día 9, el agua del
mar comenzó a entrar en el pueblo y a subir su nivel como sube la
marea, paulatinamente. Alrededor de la 9 de la mañana las
aguas alcanzaban más de 3 m de altura. Ya a las 11, aproximadamente,
incluyendo el oleaje provocado por el viento huracanado, el nivel del
mar ascendió hasta casi 9 m de altura. La prensa de la época ha
señalado que las aguas del mar penetraron casi 20 Km. tierra adentro
afectando también numerosas poblaciones de las costas norte y sur de
la provincia, influyendo lugares tan alejados como Caibarien y
Jatibonico.
Solo en el pueblo de Santa Cruz del Sur el
desastre costo la vida, según datos oficiales, de 2 248 personas,
aunque se calcula esas perdidas en mas de tres mil, en realidad la
cifra real nunca se sabrá ya que decenas de heridos que fueron
trasladados a nuestra ciudad murieron y fueron enterrados aquí.
Tres días después de la tragedia llegó el ejercito a Santa Cruz y se dedico, según denuncias, al saqueo de cadáveres y establecimientos destruidos. La primera ayuda humanitaria llego diez días más tarde en un tren que traslado a cientos de personas a la ciudad de Camagüey, mientras los cadáveres dispersos entre los escombros eran incinerados en la orilla del mar en numerosas hogueras que entre tanta destrucción y dolor dio al entorno una escena dantesca.
Tres días después de la tragedia llegó el ejercito a Santa Cruz y se dedico, según denuncias, al saqueo de cadáveres y establecimientos destruidos. La primera ayuda humanitaria llego diez días más tarde en un tren que traslado a cientos de personas a la ciudad de Camagüey, mientras los cadáveres dispersos entre los escombros eran incinerados en la orilla del mar en numerosas hogueras que entre tanta destrucción y dolor dio al entorno una escena dantesca.
Los evacuados fueron alojados en el
hospital San Juan de Dios, terrenos del Casino Campestre, portales de
la avenida de La Libertad y diferentes instituciones mientras se
iniciaban colectas populares para darle de comer y vestir a todas
aquellas personas La prensa por su parte libró una campaña para la
adopción de decenas de niños cuyos familiares desaparecieron en la
tormenta.
La tragedia vivida por Santa cruz del Sur
fue el resultado no solo de una deficiente información, sino también
debido a la excesiva confianza y despreocupación del pueblo y de las
autoridades ante la presencia de la violenta tormenta tropical.
La otra historia
Hoy junto al desarrollo de la ciencia y con
la certeza del empeoramiento de las condiciones climáticas, Cuba
acepta el reto de la necesaria meteorología de nuestros tiempos,
incorporando una sistemática cultura en el pueblo que le ha
permitido enfrentar amenazas y presencia cierta de cada vez mas
poderosas tormentas tropicales.
Es esa conciencia y estrategia para
enfrentar el peligro, las alertas tempranas de la Defensa Civil y la
red de estaciones del Instituto de Meteorología, lo que nos permiten
conocer tormentas desde su propio origen y trayectoria. contribuyendo
a reforzar las defensas para la protección y las acciones en la
recuperación, identidad lograda solo con la unidad del pueblo. El
huracán Irma es el ejemplo que hemos vivido de esta cultura y
disposición del pueblo cubano, y aunque entonces, hace 85 años, en
Santa Cruz del Sur nada ni nadie estuvo a salvo, hoy se sabe cuanto
peligro encierra la proximidad del mar y los riesgos de un cambio
climático que llega no siempre en silencio, sino feroz y tormentoso,
como lo conocieron los cadáveres que aun deben de estar en alguna
parte por el fondo del mar santacruceño.
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