Una demostración de lo que nos podría representar septiembre para esta temporada ciclónica son estos dos huracanes, Florece y Gordon, que por diferentes mares y rumbos mostraron sus cartas apenas iniciada la primera semana del noveno mes, el mas activo de la temporada y el segundo mas peligroso del periodo de tormentas tropicales que circunvalan el Caribe, en especial para Cuba.
Nuestra
temporada en el océano Atlántico comienza
oficialmente el 1 de junio hasta el 30 de noviembre. Estas fechas
abarcan más del 97% de la actividad ciclónica tropical,
especialmente desde agosto hasta octubre, aunque la actividad máxima
va desde primeros hasta mediados de septiembre. La razón de que el
pico de la temporada ciclónica sea el periodo septiembre- octubre,
esto es, verano/otoño, se debe a que las aguas calientes en el
océano (de por lo menos 26°C ó 80°F), una atmósfera tropical que
puede fácilmente iniciar convección (por ejemplo, tormentas
eléctricas o tronadas), una cizalladura vertical débil en la
tropósfera y una cantidad sustancial disponible de giro a gran
escala (a través de la vaguada monsónica o las ondas tropicales del
este) que suma los ingredientes necesarios en el momento más
favorables durante esta época del año.
Para
la presente temporada el
occidente del Atlántico tropical está anormalmente cálido en este
momento, mientras que partes
del oriente del Atlántico tropical y el Atlántico norte están
también anormalmente cálidas, por lo que se estima, que en este
2018 podrían originarse allí siete huracanes y 14 tormentas de
magnitud, mientras que los normales históricos son de 6,5 y 12
respectivamente, por lo que existe
una probabilidad levemente superior al promedio.
Tenemos
el antecedente de que la temporada pasada tuvo temperaturas cálidas,
casi récord en la superficie del Atlántico, lo cual causó el
pico de actividad que se vio, en particular con los huracanes Harvey,
Irma y María. Las
observaciones actuales permiten estimar otro año con impactos en
tierra aunque en este momento no se prevé algo en lo inmediato que
cause un calentamiento dramático de las temperaturas de superficies,
sin embargo, queda tiempo para que algo así suceda.
Las
anomalías frías o negativas de la temperatura superficial marina
han persistido en la zona tropical del Atlántico desde los inicios
de la temporada ciclónica. A
la par, el polvo sahariano ha estado presente en buena parte de la
cuenca (se observaron concentraciones máximas en los meses de junio
y julio, lo cual es normal). Las ondas han continuado desplazándose
al oeste sin hacer mucho ruido; una logró organizarse en julio hasta
convertirse en la tormenta tropical Beryl, que luego se intensificó
y pasó a ser el primer huracán del 2018.
Que
las tormentas tropicales nos traen noticias del cambio climático
global es el hecho de que en este propio año los cinco organismos
ciclónicos formados hasta el primero de septiembre, han sido
subtropicales en algún momento de su vida, cosa que
no ocurría desde 1969. El más tropical fue Chris, incluso alcanzó
la categoría 2 a 390 kilómetros de Cabo Hatteras, Estados Unidos.
Esto significa que desde el año 2000, ninguna tormenta nombrada
había permanecido al norte de los 50 grados de latitud: Ernesto lo
consiguió en la noche del 17 de agosto mientras se movía sobre
aguas frías a 56 km/h. Sus remanentes afectaron a Irlanda y el Reino
Unido.
Un
dato de interés es que el primer huracán que se acerco a nuestro
país luego de 1959 fue el Donna que en la primera semana de
septiembre de 1960, con categoría 4, en la escala Saffir-Simpson,
amenazo el norte de las provincias
de Las Villas, Camagüey y Oriente con abundantes lluvias y vientos
sostenidos de hasta 230 kilómetros por hora. Luego de dejar grandes
daños en la región de Sagüa la Grande, torció hacia el noroeste
para afectar de mala forma a la península de La Florida.
En
estos momentos se ha localizado una nueva honda tropical al este del
Atlántico, la que pudiera tener un desarrollo ciclónico en las
próximas horas. Estemos preparados como sabemos hacerlo.
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