Junto al patrimonio verde de la ciudad




Por lo general cuando de patrimonio se trata identificamos de inmediato memorias edificadas o huellas de cultura. Para lo primero nos bastan viviendas coloniales, zaguanes, adoquines y calles torcidas en la medianía de los siglos. De la cultura la memoria signa la literatura, pintura y música en todos sus géneros y estilos, como arquetipos de un arte que creó sus propios códigos en nuestra mediterránea ciudad.

Como los ciudadanos que de una a otra generación perviven en el tiempo, otra generación de seres vivos también nos acompaña y conforma el entorno de estos 500 años de historia; el el patrimonio verde nunca mencionado pero no por ello menos importante.


Arboles en parques, avenidas y jardines junto a todo genero de plantas ornamentales han estado presente siempre junto a nosotros y bien merecen sumarse al aniversario 500 porque por 500 aniversarios han estado a nuestro lado con su mensaje generosos de vida.

Arboles de propiedad pública
La forestación urbana marca diferencia en nuestras vidas y ella es un bien en las calles, aceras, edificios públicos y parques, a lo largo de carreteras y en los jardines de las viviendas. Las plantas son parte de la infraestructura de nuestra comunidad, porque en su conjunto son elementos que requieren cuidado y mantenimiento al igual que el resto de las propiedades públicas.
 
Nuestra ciudad sin sus árboles nos ofrecería un paisaje estéril de concreto, ladrillo, acero y asfalto. Ellos añaden belleza al crear un ambiente beneficioso para la salud mental impactando en nuestro estado de ánimo y emociones. Un bosque saludable que crece en los lugares donde las personas viven y trabajan es un elemento esencial para la salud de esas mismas personas. 
 
¿Tenemos acaso un inventario florista de la ciudad? Intuyo que no y ni siquiera se conoce dónde se encuentran los principales ejemplares, su estado de salud y crecimiento.
Tal vez estamos tan imbuidos en nuestra lucha por la supervivencia que olvidamos como la flora es también garantía de desarrollo social y económico al hacer a nuestra comunidad habitable para la gente.

Llama la atención que no solo perviven en nuestra ciudad plantas indígenas, sino las hay exóticas unas, importadas otras desde lejanos países y perfectamente aclimatadas a nuestro medio.
¿Y qué tenemos aquí?,
En muchas de nuestras principales avenidas tenemos ocujes, árbol indígena de tierras bajas dado a formar grandes colonias. Es una de las especies más valiosas por su madera dura y la firmeza y el verdor de sus hojas. Tenemos ocujes en avenidas y calles en muchas partes de la ciudad. 
 
 Desde Colombia llegó la anacagüita, árbol de gran talla y amplias raíces en contrafuerte y aun venerado por religiones africanas, algunos de cuyos ejemplares se encuentran en el Casino Campestre junto al puente sobre el arroyo Juan de Toro.

No menos exótico es el árbol bala de cañón, procedente de Malasia y aclimatado perfectamente en nuestra ciudad, tenemos ejemplares también en el Casino Campestre y en la calle de entrada al tanque del acueducto en Villamariana. Tan exótico como la bala de cañón es el árbol de la salchicha, que actualmente y en el entorno de la Plaza de La Revolución Mayor General Ignacio Agramonte Loynaz muestra sus extraños frutos. Sembrado en áreas del palacete de Sir Willian Van Horne, hoy sede de la Asamblea Provincial del Poder Popular, en el reparto La Zambrana, muestra su carta de ciudadania de Madagascar . 

 El tamarindo chino, de origen mexicano, es un hermoso árbol que ocupa no pocos parques en la ciudad:un centenario ejemplar es el que sombrea el solo toda la plazoleta de Pintor.

¿Y qué decir de nuestra más indígena planta, el corojo? Formando bosques en la Sierra de Cubitas, dominando las sabanas y llegando a la ciudad para custodiar avenidas y plazas de amplio espacio. El corojo, planta vital durante la guerra por la independencia debido a los múltiples usos que le dio el mambí y emblema de la flora camagüeyana.

El candelabro del bosque o árbol del fuego, conocido entre nosotros como flamboyan llegó desde las pequeñas Antillas tomando carta de ciudadanía junto con los algarrobos en parques y llanuras. 
 
Para el catálogo de la ciudad
¿Quién no conoce a el laurel, estampa de verde intenso, coposo y firme ocupando plazas, parques y bordes de carreteras? Este árbol es el recuerdo de la forestación a que fueron sometidos nuestros parques en las década de 1930 y 1940. La majagua roja y amarilla de atractivas flores y preferida para matizar espacios, la cabalonga, delicado árbol lleno aun de misterios con sus semillas convertidas por muchas personas en amuletos. Y la indígena guana, endémica del oriente del Camagüey utilizada para productos textiles como cuerdas, sacos y ropa rústica, pero ante todo genuinamente lugareña 
 
No son pocas las veces que encontramos en el igual paisaje la extranjera araucaria, especie de pino en forma de cono procedente de las regiones del norte canadiense y la criollísima yagruma, planta de utilidad medicinal como pocos con hojas color verde gris y plata
Decenas de especies formando vida junto a nosotros entre casuarinas, suchel. vomitel, palmas, mangos, almendros, ceibas,eucaliptos, aguacates, larecas, limoneros y eso sin incluir delicadas plantas trepadoras como la quicalia, la trompeta de fuego, la hipomea y las variedades de jardín de todas las especies colores y olores.

Bien vale la pena púes, incluir en alguna parte de los catálogos dedicados al recuento patrimonial de la ciudad, la presencia de la la naturaleza compartiendo calles y rescoldo de zaguanes, patios umbrosos y avenidas llenas de luz. En definitiva a partir de la flora, árboles o hierbas, donde quiera que se encuentren, de ellos siempre ha dependido el equilibrio de la vida, el bienestar de las ciudades y el conjunto de factores del medio ambiente al que el ser humano debe la vida. 

Fotos, Otilio Rivero, Orlando Duran y Leandro Pérez.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario