El Instituto de
Medicina Tropical Pedro Kourí publica un artículo de los
investigadores Antonio Alejandro Vázquez Perera y Jorge Sánchez
Noda acerca de la presencia en la Isla del caracol gigante africano y
el peligro que este ofrece para la salud. Por el interés que
despierta el tema y la importancia de la prevención en torno suyo,
Cartacuba lo reproduce a continuación:
La fauna malacológica
de Cuba es considerada una de las más diversas del mundo con un
endemismo que alcanza el 95 por ciento en sus representantes
terrestres. Esta característica, que llevó al famoso malacólogo
Henry Pilsbry a declarar a Cuba como el “Paraíso de los
Malacólogos” podría encontrarse amenazada por la introducción de
una especie exótica conocida como el Caracol Gigante Africano.
Luego de la colecta
realizada en el terreno por los investigadores del Laboratorio de
Malacología del IPK se verificó la presencia de la especie de
molusco terrestre Lissachatina fulica Bowdich 1822 (Mollusca:
Gastropoda: Achatinidae). La colecta fue realizada en los alrededores
del reparto Poey, Municipo Arroyo Naranjo, en julio de 2014. Se
comprobó la presencia de un número considerable de individuos de L.
fulica con tallas medias de 10 cm de largo de concha,
fundamentalmente en árboles y arbustos. Los individuos juveniles
encontrados se detectaron en el suelo cercano a la vegetación. La
talla de la concha máxima alcanzable por esta especie es cercana a
los 20 cm.
Esta especie es nativa
del continente africano pero se ha introducido en casi todo el
planeta debido a dos causas fundamentales: (1) introducción
antrópica, por sus usos religiosos y terapéuticos (baba de
caracol), así como por medio del comercio de plantas, o simplemente
como mascota; y (2) introducción natural debido a la alta
plasticidad fenotípica, una estrategia r de reproducción (alta
fecundidad y fertilidad, puede poner entre 50-300 huevos seis veces
en el año) y elevada esperanza de vida (hasta nueve años).
Todas estas
características ecológicas la convierten en una especie altamente
competitiva capaz de auto soportar sus poblaciones y desplazar a
especies nativas producto de la competencia por explotación e
interferencia sobre los recursos (alimento, espacio). Debido a ello
puede ser considerada una especie invasiva que podría traer
consecuencias desagradables sobre la fauna y flora autóctona de
Cuba.
El origen de L. fulica
es el este de África y su introducción el Océano Indico y sudeste
asiático empezó desde mediados del siglo XIX y principios del XX.
En el Océano Pacífico su introducción parece estar relacionada con
la actividad japonesa durante la Segunda Guerra Mundial y se
introduce en Hawaii en 1936. En América del Sur y las Antillas
aparece a partir de 1980 mientras que en los Estados Unidos se
informa en La Florida por primera vez en 1966. Su introducción en
América es asociada fundamentalmente al comercio de plantas y
alimentos, en donde puede viajar sin ser descubierta, aunque parece
también estar debida a su posible uso en actividades religiosas de
origen africano.
L. fulica está
incluida en la lista de las 100 especies dañinas más invasivas del
mundo según la UICN (Unión Internacional para la Conservación de
la Naturaleza), es además considerada el principal vector en el
mundo de Angiostrongylus cantonensis, nematodo causante de
Meningoencefalitis Eosinofílica en humanos. Este parásito, que
existe en Cuba hace varias décadas y que es transmitido por la
mayoría de las especies de moluscos autóctonos cubanos, pudiera
incrementar su frecuencia de transmisión en humanos debido a una
mayor compatibilidad con la nueva especie introducida.
Con respecto a su
importancia médica, A. cantonensis es un nematodo parásito en su
estado adulto de roedores pero que utiliza a los moluscos como
hospederos intermediarios. El humano se infecta de forma accidental
al ponerse en contacto con larvas de tercer estadio provenientes de
los moluscos aunque no cierra el ciclo de vida del parásito. En los
humanos puede causar meningoencefalitis que pudiera ser fatal si no
se atiende a tiempo.
El problema con esta
especie es que al ser más grande puede albergar una mayor cantidad
de larvas de A. cantonensis. Prácticamente cualquier especie de
molusco terrestre de Cuba puede transmitir este parásito, sin
embargo no todas lo transmiten de igual manera. El problema radica en
que la especie L. fulica parece transmitir muy bien este nematodo y
por lo tanto aumenta la probabilidad de infección en la población.
Si a sus características biológicas de buen hospedero intermediario
se le suman otras como su facilidad de reproducción, así como
algunas ecológicas como su capacidad de ser generalista de hábitat
y alimentos y su fuerte aptitud competitiva, el escenario podría
favorecer la transmisión de A. cantonensis por L. fulica. De hecho,
L. fulica es considerada un problema de salud en muchos países de
América del Sur por la transmisión de este parásito, pero
fundamentalmente asociado a su consumo crudo o mal cocido, o el
contacto con su baba (que contiene las larvas). Los resultados
preliminares con muestras colectadas han revelado una alta infección
con A. cantonensis.
Los cuidados con esta
especie son los mismos que con cualquier otra especie de molusco:
evitar tocarla o jugar con ella, y en todo caso, lávese las manos
con jabón después y no pasa nada. Lo mismo sucede con las frutas
(lavarlas antes de comerlas) puesto que esta especie es generalista
de hábitat y puede caminar por cualquier parte, incluso dentro de
las viviendas.
Lo referido en
informaciones no científicas con las enfermedades diarreicas que
tratan de asociar a esta especie no guarda mucho sentido: de forma
general los moluscos pueden ser reservorios de muchos microorganismos
y virus que, en teoría, pudieran causar estos eventos. Pero de
nuevo, todos los moluscos antes existentes también. El Laboratorio
de Malacología del IPK ya está realizando todas las investigaciones
necesarias (distribución, ecología, parámetros demográficos y
parasitología) sobre esta especie en condiciones cubanas para
determinar su plan de manejo.
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