Los Callejones del Infierno; una joya de la Naturaleza camagüeyana

Fotos: Orlando Durán

Un círculo de leyendas y misterios parece envolver a los Callejones del Infierno.

En el corazón del bosque húmedo, en alguna parte de la sima de la Sierra de Najasa, en el centro sur de la provincia de Camagüey.

La montaña hundida y disgregada en multitud de cañones, ha tejido una asombrosa red de desfiladeros y grutas comunicados entre si por fracturas y galerías sobre las que se inclinan inmensos bloques fracturados muchos de los cuales, tan alto como pirámides,  parecen estar en precario equilibrio.


Siempre la admiración queda como en suspenso ante este extraordinario paisaje nunca visto. Tal vez la más enigmática joya de la geografía camagueyana.

En el fondo de los desfiladeros, flanqueado de farallones erizados de dientes de perros acanalados, sobre la tierra rojiza cubierta a veces por miles de caracoles de diversas especies, crecen imponentes árboles de juabán, guana y navaco empinados en busca del sol, envueltos en la tonalidad húmeda verdeazul de helechos y musgos que ofrecen una distinta luz al paisaje, mientras las duras raíces del jagüey crean cascadas de cuerdas sobre la que afianza los suelos de esta parte de la sierra.


Historia y geografía en la Naturaleza

Muchas leyendas quedan en el patrimonio de la región, pero hasta ahora se sabe de la existencia de refugios de cimarrones  y prefecturas mambisas cuyos restos aparecen ocasionalmente dispersos en la manigua y en el fondo de la profunda sima situada al final de uno de aquellos desfiladeros, conocida desde hace mucho como La Puerta del Infierno, cerca de la cual debió establecerse alguna escondida ranchería como prueba que desde hace mucho tiempo el hombre incursionó en ese lugar y lo empleó como refugio.

La presencia de Joaquín y su otra leyenda

A pesar del conocimiento que existía sobre la geografía de nuestra provincia, solo a partir de la década del 1970, miembros de la Sociedad Espeleológica de Cuba comenzaron a incursionar en la región  con campamentos a orillas del nacimiento del río Yáquimo, por la zona de Santa Agueda. Por esa época el guía imprescindible fue el campesino Joaquín Rodríguez, quien por ese entonces se enfrascaba en la asombrosa tarea de, como autodidacta, convertir en jardín botánico su finca La Josefina, sueño logrado en aquel paño de tierra sobre el faldeo este de la sierra de Najasa y que hoy tiene el reconocimiento de la ciencia camagüeyana y de los jardines botánicos de todo el país con los que intercambió posturas, nuevas especies y semillas.

Para la geología queda mucho trabajo por realizar, porque con independencia de las evidencias de las rocas y sus fósiles, no se encuentra aun del todo despejado el origen de este fenómeno geográfico. Ardua labor queda también  a la biología, pues de constante se encuentran nuevas especies de la flora y la fauna, como el pequeño caracol Najasensi, e incluso plantas endémicas como el inmenso árbol del cuajaní.

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