No solo porque para esta época y por lo general, la porción centro oriental del archipiélago cubano se encuentra en la ruta de las trayectorias ciclónicas, sino porque además, de septiembre a noviembre aumentan las posibilidades de turbonadas y huracanes, debido al calentamiento de la superficie del mar, mientras que los organismos anticiclónicos proporcionan condiciones favorables a las bajas meteorológicas en su desplazamiento.
Tengamos en cuenta que según crónicas y observaciones contemporáneas, entre el 1800 y el 1975, Cuba fue azotada por 165 perturbaciones ciclónicas en casi todos los meses del año, De ese número 120 se registraron de septiembre a noviembre, o sea, alrededor del 72% del total. En ese mismo periodo la provincia de Camagüey fue afectada en 20 oportunidades, pero resulta que en el 62% de los casos se presentaron en el peligroso trimestre. Seis de esos ciclones, casi la tercera parte del total, reportaron vientos de hasta 200 kilómetros por horas, catalogados como de mediana a gran intensidad.
En realidad estas tempestades pudieron tener consecuencias menos trágicas, pero el desconocimiento y la superstición originaron incalculables catástrofes. En el curso de muchos años se hizo necesario la tenaz lucha de la ciencia para llevar a las conciencias de los pueblos la necesidad de prepararse para enfrentar todo tipo de desastres naturales, entre ellos los ciclones.

Históricamente octubre es el mes de mayor amenaza para Cuba, y aunque últimamente este mes no se ha mostrado muy activo e n los últimos años, no podemos perderle de vista y ahora mucho menos, si tenemos en cuenta las transformaciones que sufre la Naturaleza con notable influencia sobre el clima Tema omnipresente en las preocupaciones de casi todos los foros internacionales, científicos, sociales o políticos.
La experiencia de nuestro país sobre temporadas ciclónicas, y la alta técnica meteorológica alcanzada, que es una suerte de “cultura ciclonera”, nos permite efectivos sistemas de comunicación y movilización de la población, lo que nos ofrece la oportunidad de protegernos, resistir y recuperarnos como pocos países son capaces de hacer. Sin embargo ninguno de esos recursos y virtudes podría colocarnos a salvo ante la presencia de un huracán, si no aplicamos disciplina, chequeo y control en las medidas siempre necesarias, pero a veces no tomadas en cuenta.
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