Fotos: Orlando Durán Hernández
Construidos hacia el año 600 antes de nuestra era por el rey Nabucodonosor II, los jardines colgantes de Babilonia, capital del reino de Mesopotamia, se encuentran inscritos entre una de las siete maravillas del mundo antiguo, aunque en verdad estos fabulosos jardines no eran colgantes, sino que estaban dispuestos en terrazas escalonadas echas con ladrillos sobre los techos del palacio, cultivando en cada azotea un vergel diferente.
Construidos hacia el año 600 antes de nuestra era por el rey Nabucodonosor II, los jardines colgantes de Babilonia, capital del reino de Mesopotamia, se encuentran inscritos entre una de las siete maravillas del mundo antiguo, aunque en verdad estos fabulosos jardines no eran colgantes, sino que estaban dispuestos en terrazas escalonadas echas con ladrillos sobre los techos del palacio, cultivando en cada azotea un vergel diferente.
Nabucodonosor II (605-562 a.C.), amplió su imperio conquistando gran parte del suroeste de Asia Menor , aunque se le conoce mejor por sus ambiciosos proyectos arquitectónicos, que hicieron de Babilonia una de las ciudades más esplendorosas del mundo antiguo. Según parece no bien se levantaba cada mañana y antes de ponerse a pensar a quien hacer la guerra, ordenaba a sus súbditos juntar ladrillos para hacer otra terraza. Y al día siguiente lo mismo.
Y al día siguiente lo mismo. Fue por eso que cansados de subir y bajar tantos ladrillos (entonces no era como hoy y los alfareros no ganaban ni dos piastras por jornada), hititas, arameos, persas y hasta elamitas, (nadie sabe quienes fueron los elamitas, pero de todas formas estaban ahí) decidieron dejar las cosas como estaban e irse por su cuenta a echar lanzas contra otros pueblos del Oriente a ver si encontraban algo de mayor provecho.
Por supuesto que al cabo sucedió lo que todo el mundo imagina con eso de tener tantos jardines en los techos, de Babilonia solo queda lo que los arqueólogos han logrado desenterrar. Usted debe tener en cuenta que no es buena idea sembrar cualquier cosa en el techo de su casa, ya que por lo regular las raíces crecen hacia abajo y los troncos y tallos hacia arriba desgajando muros en unos pocos años.
En lo actual nadie duda que esa tarea de fomentar jardines el rey babilónico esté muy bien en su papel de santo grial de los trabajadores de las áreas verdes. Porque en realidad parques y jardines colocan una nota fresca y saludable en el entorno de pueblos y ciudades. Tanta conciencia universal existe sobre el tema que a principios del siglo XX se concibieron ciudades – jardín, modelo urbano que proponía una síntesis constructiva entre la vida en la ciudad y la del campo.
A pesar de tanta historia, experiencias y razones, en la ciudad de Camagüey tenemos lugareños que hacen todo lo posible por emular con el sueño babilónico y hoy disfrutamos a la vista de verdaderos jardines colgantes en techos y paredes de no pocas viviendas, destruyendo nuestra arquitectura de todos los siglos, con la anuencia de los propietarios de esos inmuebles, que mueren de gusto al ver como sobre sus tejados y en las grietas de la paredes crecen plantas de todo tipo, desde corpulentos laureles a gráciles yagrumas, eso sin contar con una exuberante flora que hace maravillas en los fachadas, los tejados, las columnas húmedas y los muros cuarteados.
A la hora del dictamen, el sector de Comunales reconoce que en todos los casos se encuentra la negligencia ciudadana en atentado no solo contra su vivienda, sino que implica el daño a la imagen de la ciudad, dejándonos a todos el papel protagónico de ciudadanos indiferentes ante la amenaza de ruina.
Reconozcamos que no somos previsores, en los muchos artículos del Reglamento de Control Urbano, redactado y aprobado por el Gobierno de la provincia Provincial hace más de veinte años, aparece un solo capítulo dedicado a dar atención a esta amenaza.
Está claro que mientras la situación actual es para muchas viviendas, insostenible, otros y tantos vecinos han olvidado los límites de lo razonable por abandono o irresponsabilidad manteniendo sus techos cubiertos de malezas y dejando crecer árboles a su antojo. En definitiva esa falta de sentido común es, por lo regular, suicida. Allá ellos.
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