Namazu, un enorme pez gato, vive bajo la isla y su fuerza es controlada por el dios Daimyojin, quien le mantiene con la cabeza enterrada bajo una piedra. Pero a veces Daimyojin se descuida y Namazu aprovecha para tratar de escapar, coletea y entonces es cuando toda la tierra tiembla y se agrieta y el mar salta sobre la costa.
Esta leyenda japonesa tiene tres mil años y al igual que ella las más antiguas civilizaciones trataron de explicar estos fenómenos naturales describiendo el impacto de las sacudidas sísmicas tal como los percibimos hoy en día.
Los terremotos para explicarlo de forma sencilla, son fenómenos naturales causados por la rápida liberación de la energía acumulada, como consecuencia de las deformaciones en la corteza terrestre, la energía se manifiesta en forma de oscilaciones elásticas del terreno (ondas sísmicas). En las rocas de la corteza terrestre se producen fracturas y fallas generadoras de ondas elásticas cuando los esfuerzos sobrepasan el límite de elasticidad de las rocas. Todo ese movimiento violento dura unos segundos o unos pocos minutos, pero en ese corto tiempo el temblor puede abrir en grietas la tierra, derrumbar estructuras incluyendo edificios y puentes destrozando las redes eléctricas, telefónicas y de gas, provocando incendios y dejando atrapadas a las personas bajo los escombros. También los terremotos provocan olas gigantes cuando se produce bajo el mar, a ese movimiento se le lama maremoto, y sus efectos se reproducen en olas gigantescas llamadas tsunamis, que pueden inundar pueblos y ciudades cercanas a la costa.
Durante la actual semana, la estación sismológica de Río Piedra, en Cascorro, importante centro de la cadena de alerta sísmica del país, reportó que las pulsaciones recibidas por el sismógrafo del temblor registrado en la isla japonesa, fueron las más violentas reconocidas desde que esa instalación abrió sus puertas hace más de veinte años.
Para cuantificar la potencia de un terremoto, hablamos de su magnitud y su intensidad. La magnitud de un terremoto indica la potencia del temblor. La intensidad mide la potencia del temblor en un lugar concreto de la superficie. El temblor será más violento e intenso y, por lo tanto, derribará edificios más grandes y más robustos cerca del epicentro, perdiendo fuerza según nos alejamos. Es decir, lejos del epicentro, la intensidad del temblor disminuye.
En el mundo existen zonas más propensas a los movimientos sísmicos que otras, las más peligrosas son aquellas situadas en la superficie justo encima de los bordes de las placas litosféricas, que son grandes bloques de roca situados bajo la superficie terrestre.
Las zonas más propensas a sufrir terremotos son Japón, la India, Filipinas, el borde occidental de América (la zona de los Andes, Centroamérica y la costa oeste de Estados Unidos), Islandia, las regiones en torno al mar Mediterráneo (el Zagreb, Italia, Turquía), Irán, Afganistán, China y las islas del Pacífico.
Por otra parte los mapas de ocurrencia de terremotos muestran que en Centroamérica, el Caribe y Sudamérica hay regiones donde son muy comunes los terremotos potencialmente destructivos. Dichos fenómenos naturales son una amenaza severa, debido a las irregularidades de los intervalos temporales en que se manifiestan y la imposibilidad de predecir con exactitud el momento de su ocurrencia.
El sudeste cubano es propenso a movimientos sísmicos a causa de la poca distancia que separa a la isla de la zona de contacto entre la Placa Norteamericana, donde se encuentra Cuba y la microplaca de Gonave, situada entre Cuba, Jamaica y Haití, a través de la falla Oriente, que produce un movimiento horizontal entre ambas de unos 20 milímetros al año. Por suerte, debido a ese deslizamiento, es muy baja la posibilidad de que un sismo de gran magnitud en esa zona pueda generar un tsunami catastrófico.
Sin embargo, a pesar de todo lo que se sabe sobre los orígenes y desplazamientos de los terremotos, ellos en si son difíciles de predecir. Además, como son fenómenos muy breves, es imposible avisar a la población cuando ya han comenzado los temblores. No obstante, es interesante registrar continuamente los movimientos de tierra; esto es posible gracias a los sismógrafos. Como es difícil predecir los terremotos, la mejor opción es tomar medidas preventivas para reducir los daños ocasionados por los temblores:
Como con independencia de saber afrontar desastres naturales como huracanes y sequías, Cuba necesita prepararse también para luchar contra sismos, maremotos u otras situaciones extremas de desastre que han ocurrido en el mundo y pueden presentarse en el territorio nacional, el Estado Mayor Nacional de Defensa Civil realiza acciones dirigidas a dar respuesta a un terremoto de gran intensidad, maremotos u otras situaciones extremas de desastre, realidades que han azotado a varias partes del mundo y ante las cuales el país debe estar alerta por su posible ocurrencia en territorio nacional.
Desde hace 24 años el país desarrolla cada año el ejercicio Meteoro, cuyas experiencias son tomadas en cuenta para perfeccionar las acciones de los consejos de defensa a todos los niveles, órganos de dirección y de mando y la población de forma general, de cara a los destructivos fenómenos.
La decisión de modelar acciones ante la ocurrencia de terremotos y tsunamis responde a la inusual intensificación de estos eventos catastróficos a escala global, aunque el territorio nacional no escapa al anormal comportamiento, vinculado con reajustes de las placas tectónicas del planeta.
El temor a una tragedia similar a la causada en Asia por el maremoto en el océano Índico de 2004, el de Haiti el pasado año y la catástrofe del Japón mantiene la preocupación en el Caribe, y ya se alista un Sistema de Alerta Temprana (SAT) de tsunamis. Los científicos que participan de este esfuerzo consideran absolutamente posible que ocurran maremotos en la región, y subrayan la importancia de acompañar el SAT con programas de prevención y de mitigación de riesgos.
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